Como activista, he participado en la creación
y difusión de argumentarios, discursos y manifiestos. Todos ellos se basaban,
más que en lo que pensaron otros antes, en nuestra propia experiencia vital y "de calle". Hicimos como Leonardo da Vinci sin saberlo. Él explicó en una carta cómo todo lo que había escrito lo había pensado
personalmente, en base a su propia experiencia. Fue por ello enormemente
criticado por los personajes “doctos” de su época. Como Leonardo decía, “esos
que se pavonean henchidos de sí mismos”, desde una posición de sabio con
pedigree, basada en tener puestos de éxito socialmente reconocido.
Ayer, después de haber leído unos capítulos
de un libro divulgativo sobre filosofía, decidí dar un paseo por el Retiro
(Madrid) por el impacto que me produjo esa lectura. Me conmovió releer de nuevo
los pensamientos de estas personas que, en distintos momentos de la historia,
se plantearon las mismas eternas preguntas que siguen vigentes para todos. Seas
quien seas en edad, etnia, cultura, sexo, profesión y color de los ojos; el ser
humano, al final, siempre se enfrenta con la gran pregunta del sentido de la
vida humana.
Siguiendo el camino del gran Maestro Leonardo
y de Sócrates, que dijo que la verdad se esconde en el corazón de cada ser
humano, planteo este breve manifiesto por el sentido de la vida
en base a mi propia experiencia. Por tanto, no tiene más pretensiones que hacer
una pequeña declaración personal en 10 puntos sobre este importante tema, considerando
lo que he visto y vivido hasta ahora. Es evidente (pero lo aclaro) que no
pretende ser un listado de verdades, sino más bien de reflexiones abiertas al
diálogo.
- La vida
no tiene un único sentido universal y global para todo el mundo, sino que
cada persona tiene su sentido propio de la vida. En sentido general y
universalista, buscar la felicidad, el orden, los placeres o cumplir con
el deber no definen el auténtico sentido de la vida, sino que serían más
bien el estilo de vivir. Por ello no pasan de ser un instrumento, no el
fin de la vida.
- El
sentido de la vida es aquello que permite al ser humano alcanzar un ser pleno, puesto que humano lo es
en esencia en cuanto que nació como tal. Nacer humano no te hace
plenamente humano, en el amplio sentido de la palabra. La existencia del
hombre puede pasar lacónicamente como una sombra entre las sombras o ser
una luz, en cuanto que el sentido de la vida da a la persona completitud,
hondura, profundidad, y una amplitud de miras que ilumina su camino. Por
lo tanto, llevar una vida con sentido auténtico proporciona paz y
equilibrio, independientemente de que el estilo de vida pueda ser más
pausado o más apasionado, ordenado o bohemio, o cualquiera otra cualidad.
La persona se siente centrada, conectada con lo más profundo de sí misma,
con otras personas y con el mundo que le rodea.
- El
sentido de la vida está definido, al menos parcialmente, por la propia
naturaleza de la persona en un sentido profundo. Ser quien realmente eres da muchas pistas sobre cuál es tu
propio sentido. Sócrates dijo: “conócete a ti mismo”. No hay mejor
inversión que esa para encontrar nuestro sentido de la vida, puesto que el
sentido de la vida nace del ser personal y no puede existir sin él. Y
nuestro ser personal, visto con sencillez, es la llave para abrir nuestra
máscara y conectarnos con los demás de una forma profunda, más allá de
convencionalismos y palabrería de lugares comunes.
- La
propia naturaleza no son los deseos, los temores ni las
ánsias. Todo esto no son más que sombras que nacen del desconocimiento. Por
suerte, lo que se desea y lo que se teme, que
experimentamos todos los días, son instrumentos que ayudan a conocerse
mejor. El sentido de la vida es algo más profundo y mucho más amplio que
un deseo concreto, ni tampoco puede estar amenazado por un miedo, porque
se encuentra en un plano distinto. Así como las olas no conmueven el
océano hasta su fondo sino solo la superficie del agua, los deseos
concretos y los temores no son más que ruido superficial que distorsiona
nuestra visión de quienes somos realmente.
- El
sentido de la vida es vocacional y nos da alegría actuar conforme a él
- Cumplir
con el sentido de la vida no aprisiona, como sucede al seguir un listado
de reglas externas, sino que libera, puesto que no hay mayor liberación
que conocerse a un@ mism@, amarse como es y actuar en consecuencia.
- Por una
parte, el sentido de la vida no depende de las circunstancias que nos toca
vivir. Las circunstancias nos condicionan los instrumentos y los momentos,
pero un@ puede ser pleno y vivir con sentido más allá de los recursos
disponibles, porque es una tarea interior y no exterior. No hay que ser
caprichosos con las cosas. No obstante, hay circunstancias vitales en las
que vivir de acuerdo al propio sentido se convierte en una tarea sobrehumana. Toda
sociedad tiene la obligación de intentar remediar los abusos, torturas,
denigraciones, o discriminaciones que pueden dificultar extremadamente el
poder vivir en paz con uno mismo y con los demás.
- Los
resultados mundanos no son la medida de una vida con sentido, porque
muchas variables externas pueden influir en el status económico y social,
las cosas materiales, el número de amigos o los amores vividos. La medida
de vivir conectado con tu propio sentido es la paz interior y la alegría
por vivir.
- No hay
sentido de la vida auténtico en quien no empatiza, no ama y no se conmueve
por las personas de su mundo. Porque las personas no estamos llamados a
ser solitarios egoístas en nuestra propia caverna, sino a trascender a
algo superior, más grande que nosotros como seres individuales. Por tanto,
el sentido de la vida es personal en cuanto a que está ligado a la propia
naturaleza, pero es interpersonal y social en cuanto a que busca una
“comunión” en el sentido de formar comunidad, de trascender lo individual
para sentirse parte de algo más grande que un@ mism@. No hay mayor fuerza
que varias naturalezas unidas de forma sincera, sin competencias y
envidias, buscando el bien común con afecto.
- Puesto
que cada persona individual tiene un sentido propio de la vida, desde el
cual se conecta con los demás para crear una comunidad de libertad y
beneficio mutuos, es necesaria una ética para ayudar a conseguir ese
beneficio común sin abusos y con pocas fricciones. También es preciso unas
leyes que se ajusten a dicha ética basadas en un principio de benevolencia con
la comunidad. Esta ética no debe ser un listado de normas sin más que
simulen en las apariencias lo que se viene en llamar “comportamiento
virtuoso”, pero vacío de contenido. Eso no lleva más que a engaños, abusos
e hipocresía. Por el contrario debe ser una ética profunda, como también
lo es el sentido de la vida. No se trata de parecer sino de ser. Se trata
de que todos podamos vivir con sentido en comunidad, buscando la libertad
que ofrece el ser pleno y
relacionarnos mediante un orden que no aplaste a los individuos poniendo la
norma por encima de la persona, sino que use la norma para evitar los abusos.
Es más importante el espíritu de la ley que la letra de la ley. En
definitiva, un orden social menos superficial, más maduro, más profundo en
su concepción, que ayude a las comunidades a crecer porque las personas
que las conforman se sienten libres de ser quienes son, pueden crear y
expresarse; y su comunidad es intolerante ante abusos y mal trato de
cualquier tipo. Una sociedad más sana, más profunda y más positiva, que ésta a la que
estamos acostumbrados.