lunes, 13 de octubre de 2014

Manifiesto de 10 puntos por el sentido de la vida

Como activista, he participado en la creación y difusión de argumentarios, discursos y manifiestos. Todos ellos se basaban, más que en lo que pensaron otros antes, en nuestra propia experiencia vital y "de calle". Hicimos como Leonardo da Vinci sin saberlo. Él explicó en una carta cómo todo lo que había escrito lo había pensado personalmente, en base a su propia experiencia. Fue por ello enormemente criticado por los personajes “doctos” de su época. Como Leonardo decía, “esos que se pavonean henchidos de sí mismos”, desde una posición de sabio con pedigree, basada en tener puestos de éxito socialmente reconocido.

Ayer, después de haber leído unos capítulos de un libro divulgativo sobre filosofía, decidí dar un paseo por el Retiro (Madrid) por el impacto que me produjo esa lectura. Me conmovió releer de nuevo los pensamientos de estas personas que, en distintos momentos de la historia, se plantearon las mismas eternas preguntas que siguen vigentes para todos. Seas quien seas en edad, etnia, cultura, sexo, profesión y color de los ojos; el ser humano, al final, siempre se enfrenta con la gran pregunta del sentido de la vida humana.

Siguiendo el camino del gran Maestro Leonardo y de Sócrates, que dijo que la verdad se esconde en el corazón de cada ser humano, planteo este breve manifiesto por el sentido de la vida en base a mi propia experiencia. Por tanto, no tiene más pretensiones que hacer una pequeña declaración personal en 10 puntos sobre este importante tema, considerando lo que he visto y vivido hasta ahora. Es evidente (pero lo aclaro) que no pretende ser un listado de verdades, sino más bien de reflexiones abiertas al diálogo.

  1. La vida no tiene un único sentido universal y global para todo el mundo, sino que cada persona tiene su sentido propio de la vida. En sentido general y universalista, buscar la felicidad, el orden, los placeres o cumplir con el deber no definen el auténtico sentido de la vida, sino que serían más bien el estilo de vivir. Por ello no pasan de ser un instrumento, no el fin de la vida.

  1. El sentido de la vida es aquello que permite al ser humano alcanzar un ser pleno, puesto que humano lo es en esencia en cuanto que nació como tal. Nacer humano no te hace plenamente humano, en el amplio sentido de la palabra. La existencia del hombre puede pasar lacónicamente como una sombra entre las sombras o ser una luz, en cuanto que el sentido de la vida da a la persona completitud, hondura, profundidad, y una amplitud de miras que ilumina su camino. Por lo tanto, llevar una vida con sentido auténtico proporciona paz y equilibrio, independientemente de que el estilo de vida pueda ser más pausado o más apasionado, ordenado o bohemio, o cualquiera otra cualidad. La persona se siente centrada, conectada con lo más profundo de sí misma, con otras personas y con el mundo que le rodea.

  1. El sentido de la vida está definido, al menos parcialmente, por la propia naturaleza de la persona en un sentido profundo. Ser quien realmente eres da muchas pistas sobre cuál es tu propio sentido. Sócrates dijo: “conócete a ti mismo”. No hay mejor inversión que esa para encontrar nuestro sentido de la vida, puesto que el sentido de la vida nace del ser personal y no puede existir sin él. Y nuestro ser personal, visto con sencillez, es la llave para abrir nuestra máscara y conectarnos con los demás de una forma profunda, más allá de convencionalismos y palabrería de lugares comunes.

  1. La propia naturaleza no son los deseos, los temores ni las ánsias. Todo esto no son más que sombras que nacen del desconocimiento. Por suerte, lo que se desea y lo que se teme, que experimentamos todos los días, son instrumentos que ayudan a conocerse mejor. El sentido de la vida es algo más profundo y mucho más amplio que un deseo concreto, ni tampoco puede estar amenazado por un miedo, porque se encuentra en un plano distinto. Así como las olas no conmueven el océano hasta su fondo sino solo la superficie del agua, los deseos concretos y los temores no son más que ruido superficial que distorsiona nuestra visión de quienes somos realmente.

  1. El sentido de la vida es vocacional y nos da alegría actuar conforme a él

  1. Cumplir con el sentido de la vida no aprisiona, como sucede al seguir un listado de reglas externas, sino que libera, puesto que no hay mayor liberación que conocerse a un@ mism@, amarse como es y actuar en consecuencia.

  1. Por una parte, el sentido de la vida no depende de las circunstancias que nos toca vivir. Las circunstancias nos condicionan los instrumentos y los momentos, pero un@ puede ser pleno y vivir con sentido más allá de los recursos disponibles, porque es una tarea interior y no exterior. No hay que ser caprichosos con las cosas. No obstante, hay circunstancias vitales en las que vivir de acuerdo al propio sentido se convierte en una tarea sobrehumana. Toda sociedad tiene la obligación de intentar remediar los abusos, torturas, denigraciones, o discriminaciones que pueden dificultar extremadamente el poder vivir en paz con uno mismo y con los demás. 

  1. Los resultados mundanos no son la medida de una vida con sentido, porque muchas variables externas pueden influir en el status económico y social, las cosas materiales, el número de amigos o los amores vividos. La medida de vivir conectado con tu propio sentido es la paz interior y la alegría por vivir. 

  1. No hay sentido de la vida auténtico en quien no empatiza, no ama y no se conmueve por las personas de su mundo. Porque las personas no estamos llamados a ser solitarios egoístas en nuestra propia caverna, sino a trascender a algo superior, más grande que nosotros como seres individuales. Por tanto, el sentido de la vida es personal en cuanto a que está ligado a la propia naturaleza, pero es interpersonal y social en cuanto a que busca una “comunión” en el sentido de formar comunidad, de trascender lo individual para sentirse parte de algo más grande que un@ mism@. No hay mayor fuerza que varias naturalezas unidas de forma sincera, sin competencias y envidias, buscando el bien común con afecto.

  1. Puesto que cada persona individual tiene un sentido propio de la vida, desde el cual se conecta con los demás para crear una comunidad de libertad y beneficio mutuos, es necesaria una ética para ayudar a conseguir ese beneficio común sin abusos y con pocas fricciones. También es preciso unas leyes que se ajusten a dicha ética basadas en un principio de benevolencia con la comunidad. Esta ética no debe ser un listado de normas sin más que simulen en las apariencias lo que se viene en llamar “comportamiento virtuoso”, pero vacío de contenido. Eso no lleva más que a engaños, abusos e hipocresía. Por el contrario debe ser una ética profunda, como también lo es el sentido de la vida. No se trata de parecer sino de ser. Se trata de que todos podamos vivir con sentido en comunidad, buscando la libertad que ofrece el ser pleno y relacionarnos mediante un orden que no aplaste a los individuos poniendo la norma por encima de la persona, sino que use la norma para evitar los abusos. Es más importante el espíritu de la ley que la letra de la ley. En definitiva, un orden social menos superficial, más maduro, más profundo en su concepción, que ayude a las comunidades a crecer porque las personas que las conforman se sienten libres de ser quienes son, pueden crear y expresarse; y su comunidad es intolerante ante abusos y mal trato de cualquier tipo. Una sociedad más sana, más profunda y más positiva, que ésta a la que estamos acostumbrados.